Carlos Arroyo, quien fue mi entrenador, es un hombre que cree rotundamente que en el agua de la piscina hay magia, si estas resfriada nadando se cura, si un músculo anda débil la natación indica cual es, si se esta cansado ahí se saca el cansancio, si tuviste un mal día ahí se te olvida, si duele la cabeza ahí deja de doler , me dio muchas razones para no dejar de nadar ni un solo día de entrenamiento.
Él es lo que yo definiría ahora como una persona libre, que no pone etiquetas ni limites mentales, él sabía que yo llevaba dos meses de nadar pero nunca me transmitió ningún impedimento para no ir a nadar al mar.
Yo no sabía que existía la opción de nadar dos distancias a escoger, 1500 o 3000 metros, él solo me dijo nademos el tres mil y yo le dije que sí y me inscribí.
Poco a poco se fue acercando el día y lo íntegro de su propuesta para mí y el resto de los compañeros se mantenía, nos preparaba a su manera transmitiendo confianza.
Al fin llego aquel día que les contaré en mi próxima entrada.