Hoy les escribo rodeada de cabezas sin cabello, acompañantes, soportes para soluciones intravenosas, toca cita en el hospital con mi mamá. Nuestra conversación relajada, el ambiente lleno de lecciones de vida. Ella almuerza, hasta eso le dan durante su cita y luego le comparto media tricopilia de postre, digo media porque la otra mitad me la comí yo.
Con este escenario les escribo cómo fue el inicio en la natación.
Me matriculé como les escribí antes y luego de analizar varias opciones, en la piscina del Palacio de los Deportes, piscina para mi suerte de 5o metros, llegué a la hora del entrenamiento del equipo máster, estaba sentado en la banca de cemento esperando a los pupilos el entrenador Carlos Arroyo, me preguntó si sabía nadar y le dije que por lo menos no me ahogaba, paso seguido me solicita que nade 100 metros, me tiro al agua y nado muy orgullosa como mi papá me enseñó en alguna poza o mar que no recuerdo, cuando llegué donde estaba sentado vi esa cara, cuanto desearía haber tenido una cámara para grabar esa imagen, me dijo, ni yo aguanto nadar 100 metros así como usted los nadó y yo le pregunté ¿cómo? y me responde, con la cabeza afuera.
Él muy sabio y como persona que ama lo que hace no me desanimó en absoluto, todo lo contrario me dijo que era un diamante en bruto y yo decidí creérmela.
Fue así como inició con su paciente proceso de enseñarme técnica. En otros carriles ya nadaban lo que uno llamaba ¨los pro¨, yo los veía con gran admiración, mas de una vez me tragué media piscina y otros días un poco más, así poco a poco fui aprendiendo todo de ese mundo acuático, nuevos vocablos como pull bouy, manoplas o paletas, patas, hacer burbujas y sobre todo a orinar con un vestido de baño de una pieza en forma rápida en el baño, eso me lo enseñó una de las pro.
Contrario a lo que había sentido con el atletismo en donde no fluía, en la piscina desde que llegué me sentí como pez en el agua, todo me gustaba, las sensaciones, los implementos, pero sobre todo la gente, los amigos que hice ahí fueron increíbles y aun hoy mantengo relación a pesar de que ya ninguno nadamos juntos.
También leía material teórico por mi parte para apoyarme con el aprendizaje práctico, me suscribí a una revista especializada y compré algunos libros en línea.
A los dos meses de estar aprendiendo a nadar vino Carlos con una gran idea,
me dijo que venía un evento en el mar y que le gustaría que yo participara, ese evento me sonó y le dije que sí, la verdad no entendía mucho del asunto pero sí sabia que me gustaba nadar y que me gustaba el mar, así que combinados resonaron.
En mi próxima entrada les cotaré como fue mi primera experiencia en el mar lo que ahora sé que se llama ¨natación de aguas abiertas¨.